SIDA: Otra mujer víctima del egoísmo masculino infectada.

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Hasta dónde nos quieren vender los hombres, algunos claro está, que en aras del amor se daña lo que se dice amar. Que está permitido que «por amor» (atender que solo digo eso por lo que suelen ellos utilizarlo, no porque crea ni por asomo que eso sea clase de amor alguno) atenten contra la integridad de las mujeres que «supuestamente» aman.  Por amor las obligan a permanecer a su lado cuando ellas han dejado de amarles, por aquellas o por las otras razones, que muchas tendrán sin duda alguna, o porque sencillamente por ellas mismas decidieron un día ejercer su derecho de amar a quien les viniera en gana. Pero no, ellos no aceptan, vuelvo sobre lo mismo, afortunadamente no todos, que una mujer les plante, deje de amarlos o los abandone.

Y cuando no los abandona y permanece a su lado, por los hijos, porque aún cree en el matrimonio, porque se resignó, porque teme, porque se siente obligada, porque la obligan, lejos de reconocerlo confirman cada día los motivos por los que «ella» no los ama tanto como esperan, «ella» no los respeta tanto como «ellos» piensan que se merecen. Y es que hay tantas historias diarias sobre maltrato, abuso, tirania conyugal, tantas cosas que nos confirman cada día que el fantasma del machismo está lejos de ser espantado de nuestras sociedades.

¿Y a qué viene todo esto? una mujer contagiada adrede de Sida por un marido con muchos años de padecer de la enfermedad.  No ha sido contagiada en medio de lo que pudieramos decir «obligaciones conyugales» , por un incidente, por desconocimiento de padecer la enfermedad, por cualquier cosa que dijieramos fue por decirlo así, sin querer. Ella vivía ya con él por la familia como en muchos casos sucede, por los chicos, porque estaba enfermo, pero en todo su derecho se negaba a mantener relaciones sexuales por miedo al contagio.

Hoy está contagiada, cuando en meses pasados le fue detectada la enfermedad, imaginarán su sorpresa cuando el marido le ha confesado que la infectó una noche mientras dormía con su sangre en una jeringa, para que enferma como él, no pudiera negarse a las relaciones sexuales que él requeria.  ¿Amor? ¿dónde queda el sentimiento por la compañera de hogar a la que se condena a una muerte segura, con una enfermedad de todos sabido incurable hasta hoy. ¿se pensó en esos hijos que los unía, con dos padres enfermos, en riesgo de morir por alguna de las complicaciones derivadas?

No  pensarse que estoy siendo cruel con alguien padeciendo de Sida, me solidarizo con todos aquellos a los que tristemente el destino ha condenado a padecer dicha enfermedad, sin importar los motivos o los sucesos que les llevaron a contagiarse de la misma. Abrigo como muchos, por esas mismas personas que hoy sufren de Sida, la esperanza que la ciencia pueda pronto darles una cura, pero también me solidarizo con esa mujer reflejo de millones de mujeres en el mundo que fueron contagiadas sin percatarse en algunos casos, hasta que prácticamente era imposible hacer nada por ellas.

Por esas mujeres niñas que fueron contagiadas a través de sus madres, inocentes víctimas. No sé cómo manejará la justicia neozelandesa esta situación. Difícil para todos, un marido de 35 años condenado a vivir con el Sida condena a su esposa a vivir con la enfermedad, una sentencia de muerte cruelmente premeditada. Un caso escabroso en el tema del Sida, un tema que no podemos en ningún modo rehuir que debemos estar conscientes de su alcance y sus consecuencias.

Sobretodo asumirlo como una realidad de nuestro tiempo, no podemos ser como aquellos nuestros antepasados en los tiempos de la lepra que condenaban a la soledad y el alejamiento a los pobres enfermos. Debemos asumir la responsabilidad como sociedades de no excluir a los enfermos del SIDA, aunque avances se han hecho desde aquellos años 80, cuando la mención del solo nombre del SIDA nos atormentaba por la ignorancia de su causa y efectos, hoy en día muchos siguen siendo víctimas de la repulsa de la gente, lo que les condena además de la enfermedad.

En el caso de esta joven mujer, 33 años, no se curará del SIDA hasta que la ciencia médica nos diga un día, que encontró lo que durante estas décadas ha buscado incansablemente, pero logrará si con la detección temprana de la enfermedad un control de la misma y una mejora de su calidad de vida que le permita vivir mucho tiempo, ojalá que sí. En cuanto al hechor, no nos convirtamos en sus crueles censores, su egoísmo está claro, sus motivos no le justifican, pero la condena pública tampoco cura a nadie, el mal está hecho, que sirva de ejemplo para los que se olvidan de los sentimientos de aquellos que insisto, dicen amar, anteponiendo con egoismo sus propias motivaciones, sin importar el dolor que les causan, el amor es calle de dos vías, no es amor lo que a uno solo hace feliz.

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