Madres de la Plaza de Mayo, el amor de madre hasta el final…Azucena Villaflor, una madre abnegada

Cuando en 1983, Raúl Alfonsin ascendió al gobierno argentino, la etapa cruda de la llamada Reorganización Nacional entre 1976 y 1983, dejaba a Argentina con más de 300,000 desaparecidos, hermanos, primos, sobrinos, nietos, hijos de alguien. Todos ellos hijos de una madre que los lloraba.  Desde 1977 y arriesgando su propia vida, muchas mujeres, la línea fundadora de lo que sería después la organización, se reunieron en la Plaza de Mayo, para demandar, informes sobre sus hijos desaparecidos.

Aquellas mujeres que concurrieron a todas las instancias, solicitaron muchas negadas audiencias con el jefe de facto, Videla, asumieron un día que solitarias y de oficina en oficina, no lograrían llamar la atención del gobierno, y quizá hacer presión para aquella demanda, que lastimaba sus vidas, conocer qué fue de sus hijos.  De ahí nació la reunión mensual frente a la casa colorada, sede del gobierno argentino, en donde las madres, empezaron a llamar la atención del gobierno y no de la mejor manera.  Pronto tres fundadoras, dos monjas y siete activistas de derechos humanos, fueron secuestrados, torturados y asesinados.

Una de aquellas mujeres secuestradas fue Azucena Villaflor de Vicenti, argentina nacida en Buenos Aires en 1924.  En 1949 siendo una joven obrera se casó con el señor Vicenti y tuvo 4 hijos.  En 1976, cuando la dictadura tomó el poder, su hijo Néstor y su novia fueron secuestrados, ahí comenzo el calvario de una madre por recuperar a su hijo.   Fue de aquí para allá, con el Vicario del gobierno, a solicitar audiencias, a averiguar a la policía y todo pareció infructuoso, cada día al volver a casa, reconocía que no había logrado avanzar en su lucha para recuperar a su hijo.

Y en esas diligencias en búsqueda del hijo desaparecido, entró en conocimiento con otras madres que igual que ella, buscaban a sus hijos, fue ella entonces con aquellas las que se decidieron exponiendo sus vidas a marchar en la Plaza de Mayo, y reclamar ser oídas por el presidente de facto para indagar por los desaparecidos.     En diciembre de 1978, la madres decidieron publicar en el diario, una lista de los nombres de los desaparecidos, aún contra el temor de algunas, Azucena se mantuvo firme, había que seguir adelante.

Aquella misma noche las fuerzas policiales entraron en su hogar, en Avellaneda, y se la llevaron.  Su paradero pese a las exigencias de los activistas internacionales siguió en el más secreto misterio.  Ella fue, como luego comprobaron los hechos, llevada a un campo de concentración de la armada, donde fue torturada, y su cuerpo apareció en el mar, aunque fue hasta mucho tiempo después durante el gobierno democrático que los forenses comprobaron que era Azucena una de aquellas osamentas, que el gobierno de dictadura mandó de inmediato a enterrar como no identificados.

Los restos de Azucena, fueron incinerados y esparcidos en la plaza de Mayo en 2003, se ha conocido de algunos de sus torturadores, y su triste fin, su hijo Néstor nunca apareció, y aquella madre abnegada, pagó con su vida el amor filial, no darse por vencida, y luchar hasta el final por el hijo amado, que le arrebataron.

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