Ciertamente todo es pasajero o no? pasan las cosas rutinarias como el clima, el verano sigue al invierno, la noche al día, no sufriremos de lluvia todo el año, ni nos mantendremos en vigilia todo el día. Las cosas vienen siendo tan temporales, sobre todo las malas.
Estaría bien pensarse aquel famoso adagio de que, no hay mal que dure cien años. Claro está que cuando sufrimos o nos va mal, de nada puede servirnos ésto. A nadie consuela está comprobado, ni la esperanza ni la experiencia ajena. Sin embargo, aún cuando en esos momentos parezca una interminable cadena de sufrimiento o desesperación, realmente en el fondo de nuestros pensamientos, creemos y confiamos en que todo mejorará.
El bien y el mal se acomodan, los tiempos malos mejoran. No hay situaciones sin desenlace, no sufrimos eternamente, como tampoco ustedes ya lo saben, reimos felices permanentemente. La vida es un devenir entre la felicidad y la infelicidad, entre las risas y el llanto. En un momento podemos ser felices y en otro sentirnos totalmente desdichados.
Ante estas situaciones de frustración y dolor, no queda más que enfrentarlas, llenarse de coraje y vivirlas. Al final nos fortalecemos no? quién de los peores momentos no saco algo de bueno? quizá en ese instante no lo vean así, pero aunque sea experiencia para el futuro habrá quedado.
Dicho ésto, cuando estamos frente aquellos avatares de la vida que nos encaran al sufrimiento, al desengaño, a la desilusión, a los problemas cotidianos y nos sentimos impotentes y fracasados, sin ganas de seguir adelante, no queda más que ponernos firmes firmes y luchamos o nos dejamos vencer, pero vamos que la vida sigue y debemos sobrellevarla, en la confianza que todo lo malo pasa y que aunque suene trillado, nada dura para siempre.